lunes, 24 de julio de 2017

Una bofetada a tiempo ¿es una victoria?


Azote, cachete, bofetón, paliza, en la cara sí, en la cara no, una nalgada, con la mano, con la zapatilla, de manera proporcionada y  para corregir de forma razonable-. 

Estos días ha sido noticia el Titular del Juzgado de lo Penal nº 2 de A Coruña, el  Juez José Antonio Vázquez Taín por absolver a una madre coruñesa que había sido llevada a los tribunales por dar un bofetón a su hijo que el juez cree "justificado".



En los hechos probados, el juez añade que con posterioridad a una nueva discusión entre madre e hijo, en el año 2016, cuando el menor pretendía irse de casa, la mujer "intentó evitar que el pequeño saliese, para lo cual le agarró por la parte posterior del cuello, causándole un arañazo".


El juez Vázquez Taín destaca en su sentencia que "sorprende la calculada frialdad del menor" y añade que "trata de dirigir la declaración y controlar todo el testimonio". "Da pena comprobar su total falta de empatía", abunda el magistrado en el fallo.

Yo me pregunto
¿Lo siguiente es abrir debate sobre la intensidad y frecuencia del azote, cachete, bofetón, paliza, nalgada?


Leyendo los comentarios de muchas personas en diferentes redes sociales, el concepto de unas y otras personas difiere enormemente habiendo eso sí una gran mayoría, hombres y mujeres, defensora del uso de la violencia como herramienta educativa, como instrumento y método para eliminar y corregir conductas, para recriminar, para poner límites y por supuesto como elemento de poder cuando no tenemos método educativo o el que tenemos no nos resulta eficaz a nosotros. Se habla también que el menor posee el llamado "Síndrome del Emperador" y podemos pensar erróneamente que se nace con este tipo de conductas agresivasy abusivas. 

Los niños/as no nacen violentos, la conducta y el comportamiento de nuestros hijos/as es el resultado del tipo de maternidad y paternidad que ejercemos, de nuestro trato, de nuestra escucha, de nuestra forma de entenderlos/as y mostrarles cómo resolver los conflictos del día a día.

Ya desde antes de la sentencia, y tanto en mi círculo personal como profesional escucho muchas defensas de este uso de la violencia y muy pocas defensas del uso de la llamada la "otra educación", la diferente, la que necesita compromiso y esfuerzo,  hablo de la "educación para la no violencia" como forma de ejercer nuestro rol de padre y madre. 





Para mi y desde la Pedagogía Positiva "cualquier comportamiento o conducta agresiva, independientemente de su frecuencia, intensidad y ámbito en el que se produzca es un acto de violencia".


Hay quien pueda considerar, incluso tú que me estás leyendo que  no es comparable un cachete con ejercer  violencia, con situaciones de maltrato infantil, violencia de género y con todas aquellas situaciones de violencia que se producen de manera cotidiana entre las personas.

Yo sí lo considero y muevo y promuevo que "la normalización de la violencia en cualquier ámbito lo único que hace es perpetuar la violencia y alimentar su ciclo sin ofrecer respuestas positivas y diferentes". 

El atreverse a garantizar que un cachete a un niño educa, pone límites, es una acción buena y positiva y que se consigue lo que la persona que lo ofrece quiere, es garantizar que la violencia educa, es garantizar que el fuerte tiene poder sobre el débil, es continuar promoviendo la violencia en el ámbito doméstico, es  permitir que ser figura de autoridad es un rol suficiente para el uso de la violencia y es garantía de que cualquier persona pueda dar un cachete a otra... un pensamiento que prefiero considerar no está a la altura de una sociedad del siglo XXI cuyos avances estamos viviendo a todos los niveles excepto a nivel educativo y el de las relaciones personales.

No estoy en absoluto en consonancia con opiniones como las ofrecidas por Emilio Calatayud ni Javier Urra, y desde el respeto de sus trayectorias profesionales, no considero sea el camino sobre el que deba caminar la educación en el momento presente ni futuro. Estos estilos educativos está probado no construyen una sociedad crítica ni reflexiva, posiblemente muchos estilos actuales tampoco pero para educar no es necesario pegar ni sancionar ni castigar, sólo es necesario responsabilizar y para ello se precisa un cambio en el ayer y el ahora pero no creo sea este el mensaje hacia el cambio.




"Una bofetada, aunque se debaevitar siempre, no es maltrato". Javier Urra. Quien sin embargo nos deja una reflexión "Si reprendes a un niño de 7 años con una bofetada ¿vas a hacer lo mismo cuando tenga 17?

Yo no soy Juez y en ningún caso es mi objeto cuestionar la decisión del mismo pero sí soy Pedagoga, experta en educación y desde la Pedagogía considero importante trasladar la existencia de formas de educar positivas en las que se aprende a resolver conflictos familiares sin necesidad de hacer uso de la autoridad desde el uso de la agresividad y la violencia.

En esta situación, como muchas otras, hay un hecho probado y es que la relación madre- hijo no es una relación sana basada en la comunicación ni el respeto; ni un padre ni una madre deben utilizar el uso de la fuerza ni tampoco se puede consentir que el hijo/a actúe de forma violenta contra sus padres. Este es un claro indicio de conflicto familiar que en el medio- largo plazo puede acarrear consecuencias más negativas que pueden llegar de nuevo al Juzgado. Los procesos de mediación familiar con profesionales expertos que les ayuden a redefinir la relación familiar, la asistencia de la madre a una Escuela de Padres y Madres y la asistencia del menor a talleres de intervención educativa son estupendas herramientas que además de intervenir en el momento actual van a favorecer la prevención de momentos futuros.

Defiendo que la violencia no educa y ni un azote, una nalgada, una amenaza, un golpe o un mini-golpe, educa el establecer normas y límites acordes a la edad y características de nuestros hijos/as desde la comunicación, la asertividad y la empatía.

Y puedes estar pensando ¿Cómo se hace? 

 

Se hace con trabajo, esfuerzo, dedicación, mucha reflexión, escucha activa, aprendizaje y amor. Los libros nos enseñan pero no nos ofrecen todas las respuesta, es muy sencillo... Si me duele la espalda, acudo al fisioterapeuta, si observo un problema con mis hijos/as ¿por qué no acudir a un profesional de la educación?

Yo intervengo con familias, con menores y puedo garantizar que aprender a educar es lo más satisfactorio para el núcleo familiar al observar como juntos se convierten en mejor familia y mejores personas. 

Porque educar sin violencia es posible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario