"De cuándo la
escuela perdió su dignidad
o de cuándo a la escuela se le
arrebató su dignidad"
Un inicio de pandemia, una declaración nacional
de emergencia sanitaria con un confinamiento social que comenzó el día 16 de
Marzo de 2020 y una recomendación que comenzó el viernes previo, 13 de Marzo, de que el
alumnado de las diferentes etapas no asistieran a sus clases. Con todo ello, el
lunes 16 de Marzo los centros escolares cerraron sus puertas, cesó la
actividad educativa de forma presencial y hasta día de hoy no ha sido retomada.
Sin protocolos, sin reuniones de
urgencia, sin propuestas, sin estrategias conjuntas, sin objetivos de acción,
sin recursos tecnológicos más allá de los recursos
personales, sin la docencia preparada para un cambio en las formas porque de
los contenidos ya no cabía ni hablar y colocando a las familias en el centro
del aprendizaje formativo, en estas condiciones impensables, unos días antes, se
decretó la no presencia en las aulas y con ello el inicio de una etapa de crisis sanitaria y crisis escolar que vino a desvelar todas las debilidades de un sistema que ya por sí mismo desvelaba la necesidad de un cambio tiempo atrás.
Y así dió comienzo esta nueva etapa:
- Una nueva metodología de trabajo a través de herramientas y dispositivos online. La no presencialidad cedió paso al uso de diferentes plataformas y recursos online sin orden ni estrategia en la que el desconocimiento, la falta de recursos tecnológicos y el acceso a internet han puesto de manifiesto que nuestra adaptación tecnológica no era tan avanzada como se nos había hecho creer. Tareas por videoconferencia, envíos por mail, cientos de correos, recibidos, entregados, pérdidas de contraseñas y un sinfín de avatares que abrieron la puerta digital a la innacesibilidad al aprendizaje y a un incremento de la ruptura en la igualdad de oportunidades, la brecha digital y la brecha social.
- Conversión de la docencia en un mero trasporte de tareas y actividades. La docencia y el profesional especializado han quedado relegados a un segundo plano y a una indefensión profesional a la que posiblemente muy pocos profesionales se hayan tenido que enfrentar en estos tiempos. Un trabajo esencial que ha tenido que ser realizado desde recursos y apoyos inexistentes y con un plan de trabajo y objetivos similar al de la escuela presencial.
- Conversión de la familia y/o el espacio familiar en agente formativo. La escuela en casa independientemente del contexto familiar, económico, social y personal de cada familia.
- Nueva forma de aprendizaje para el alumnado independientemente de su edad y de su contexto. La atención personalizada, individualizada así como la atención a la diversidad dependen siendo su único garante el "depende" de la persona, de la familia, del menor, de la situación y de sus recursos y sin una metodología concreta.
Y aquí comenzó la pérdida de la dignidad de la escuela
En su momento nos podría parecer una situación temporal pero la realidad suma 5 meses, la mitad de un curso perdido y las expectativas frustradas de un comienzo de un nuevo curso que se presenta igual de incierto.
- Cesión a las familias de la labor docente. No conozco ninguna profesión que ceda su actividad profesional a otra persona sin tener la cualificación para tal fin.
- Conversión de la labor docente hacia una indefinición de sus funciones en las que parece que existe un debate salud o educación. Esta dualidad no debería existir, ambas son pilares fundamentales ambas debieran caminar juntas por el beneficio común.
- Conversión del alumnado en autómatas de un aprendizaje o sencillamente en exención del aprendizaje.
Y el curso fue transcurriendo sin previsión de cambio y así se prevé su comienzo, con el miedo en el centro del aprendizaje.
- Docencia estresada
- Familias fatigadas
- Alumnado en casa, confinados y siendo los grandes olvidados/as de la pandemia.
¿De verdad creemos que todo este esfuerzo ha merecido la
pena?
¿Y que la escuela ha ganado en confianza,
expectativa y credibilidad?
¿O le han ido arrebatando su dignidad?
Mi opinión es que este esfuerzo hubiera merecido la pena si la escuela, a día de hoy y casi 6 meses después del cierre de sus instalaciones nos presentara el espacio educativo que toda la comunidad educativa está esperando, me refiero al cambio hacia la escuela del siglo XXI.
Las crisis son buenos momentos para
promover el cambio y desde la educación y sus profesionales a lo largo de este
verano se ha hablado y debatido largo y tendido sobre esas necesidades: el qué,
el cómo y cuándo del aprendizaje pero desde el ámbito institucional no se ha realizado
ningún avance ni ya se observa interés e intención, dirigentes que parece entienden que la educación es un gasto y no una inversión y que además prefieren nadar en discrepancias que en sensibilidades similares.
Y así continuamos hablando de la pérdida
de dignidad de la escuela
ANPAS, familias, docentes, sindicatos, profesionales
de la educación, un descontento general con la administración y con los
protocolos COVID establecidos para este inicio de curso, un protocolo que por
ejemplo en Galicia ha nacido sin consenso, sin escuchar a las partes implicadas
y que ha sido hecho público una vez finalizadas las elecciones.
- Las ANPAS se plantan ante la administración y afirman que si no hay mejoras y colaboración no organizarán los comedores escolares, las aulas matinales ni habrá propuesta de actividades extraescolares.
- Las familias se plantan ante la administración y afirman que si no se incrementan las garantías higiénico- sanitarias y la organización del alumnado en el centro escolar no llevarán a sus hijos/as a la escuela. Hay diferentes iniciativas que demandan flexibilidad educativa y que la elección de que el alumnado acuda a clase sea una decisión voluntaria.
- Los docentes se plantan ante la administración, denuncian que sin recursos no se puede garantizar la seguridad en las aulas, se necesita dotación presupuestaria, descenso de ratio en las aulas, incremento del profesional docente ente otras demandas
Miedo, inquietud, preocupación, lacomunidad educativa se planta y la administración desde el silencio obliga aque las personas que conforman esta comunidad tomen decisiones que no son de sucompetencia y se sientan desprotegidas.
¿Ha arrebatado la administración a la
escuela su dignidad?
Hace unos días escuché en un debate acerca de la pandemia a un grupo de profesionales sanitarios que comentaban que “sin ciencia no hay futuro”, en ese momento mi único pensamiento fue...
"Sin ciencia no hay futuro
Y sin educación no hay ciencia"