Un encerado... Una tiza... y unos
emoticonos me han servido para llamar la atención
de un grupo de estudiantes de FP Básico y lograr que una hora de tutoría se
convirtiera en una hora de trabajo y desarrollo colectivo donde los verdaderos
protagonistas han sido ellos, un grupo de 8 chicas y 5 chicos que a priori se
consideraban inferiores al resto del alumnado por no estar cursando la ESO
(Educación Secundaria Obligatoria).
Los 5
primeros minutos, los momentos de presentarnos y conocernos quisieron mostrar su
"etiqueta", aquello a lo que están acostumbrados y lo que de ellos se
espera recibir, además de compararse activamente con otros grupos de su mismo
nivel educativo, cuyos comportamientos y conductas disruptivas convierten la
asistencia al aula en una constante lucha contra el sistema educativo.
Esta
etiqueta, a posteriori la convirtieron en una actitud de desidia inicial porque nuestra
presencia en el aula era para ellos un síntoma más de que les ofrecen dinámicas
y talleres porque no se merecen nada mejor y porque son los alumnos que más
tienen que aprender y que peor comportamiento tienen.
De
drogas! venís a hablarnos de drogas! A partir de aquí, y porque no íbamos a
hablar de drogas ya pudimos derribar muros de comunicación y desde un elemento
tan cotidiano para ellos como los emoticonos pudimos iniciar una sesión en la
que la autoestima y la inteligencia emocional se convirtió en la base del
trabajo.
Una hora
dinámica, divertida y entretenida donde todas/os los alumnos aportaron,
hablaron, participaron activamente, salieron al encerado a transmitir sus
opiniones y de una división por géneros perceptible por la forma de sentarse,
lograron abrir debate y comunicarse sus miedos, inquietudes y sensaciones en
torno al contexto que nos unía.
Todos
ellos tienen un nexo común, un sentimiento que les permite hacer grupo pese a
sus diferencias y es el trato del entorno y el cómo para definir sus acciones e
inquietudes se describen con un "qué más da", "yo soy raro/a", lógicamente no
creo hayamos podido desmitificar esta situación y eliminarla de su yo en estos
60 minutos, ojalá así hubiera sido porque por el hecho de estar en este nivel
educativo y en un aula alejada del espacio educativo, un aula vacía y despersonalizada
sin nada en las paredes es para ellos un síntoma de una diferencia, de ser diferente, de ser
incapaz, de ser más lentos y de tener pocas expectativas de futuro.
En una
ocasión escribí y hoy vuelvo a recordar que
"En
todos mis años trabajando con personas desde la intervención educativa puedo
afirmar que si la etiqueta destruye.. eliminar la etiqueta... CONSTRUYE..."
¡Profesionales de la Educación! trabajemos desde la eliminación de las etiquetas... de verdad que FUNCIONA!...
Muy interesante, Paula. Un tema muy dificil , por cierto, ya q los docentes somos tendentes a etiquetar. Pero la inclusión nos facilita la labor, en mi opinion.
ResponderEliminarMuchas gracias Ana. Etiquetamos todos los días, docentes, trabajadores, equipos directivos e incluso los niños/as pero no nos damos cuenta de la importancia de nuestra actitud y nuestras palabras en ocasiones hirientes. Los centros escolares deberían ser un ejemplo de buen trato pero también las escuelas deportivas, centros de ocio, etc y realmente no lo somos ¿Lo hacemos todos y todo mal? claro que no pero la población es tan sensible que cada error, muchos de ellos no visibles, son errores de futuro y cambiar... no es tan complicado! Es cuestión de actitud y motivación profesional!
ResponderEliminarTu respuesta se puede calificar de excelente. Si...es un problema de actitud. Ojalá vayamos cambiando aunque sea poco a poco.
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