El acoso
escolar es una forma de violencia, una forma de maltrato de un menor hacia otro
menor en el entorno escolar entendiendo como maltrato: agresiones físicas,
agresiones verbales en forma de insultos, motes dañinos o rumores,
amenazas o exclusión, no dejándole participar en juegos o en
actividades sociales conjuntas. Si bien las situaciones de violencia las
asociamos a conflictos en la etapa de Secundaria, sabemos que también afecta a
niveles de Primaria.
Para ser
considerado acoso debe ir acompañado de estas tres circunstancias; el
comportamiento debe ser agresivo, debe producirse un desequilibrio de
poder entre los menores y debe ser realizado de manera reiterada y
repetitiva.
Destacar que
este tipo de violencia, no puede ni debe ser tipificada como "son
cosas de niños", porque existe y porque son situaciones traumáticas en las
que hay mínimo dos menores, el acosador y el acosado, ambas víctimas de una
situación y, aunque las causas y sus consecuencias pueden ser totalmente
opuestas, en ambas partes existen daños personales, psicológicos, familiares y
emocionales que es preciso reparar.
Es necesario
entender que las relaciones sociales en el medio escolar se encuentran entre
las más significativas del proceso de socialización, y estas determinarán
aspectos importantes sobre el desarrollo de la autoestima y la personalidad.
Su detección
es fundamental. Las señales en el menor agresor son más visibles porque su
actitud se manifiesta más agresiva y porque suelen estar involucrados en los
conflictos del aula, recreo o actividades extra-escolares. Las señales en el
menor acosado son menos observables y están asociadas a lesiones inexplicables,
pérdida o rotura de material o ropa, decaimiento, dificultad para conciliar el
sueño, pérdida repentina de amistades o del habla habitual, simulación de
enfermedades, manifestación de comportamientos atípicos.
María
"A María le
duele todos los días el estómago, nunca le apetece ir al Colegio y las
discusiones en casa por las mañanas se han convertido en una constante. Es una
niña tímida, callada. Pese a sus recientes 9 años y de tener que estar
disfrutando de su tiempo en la escuela, no quiere ir. Ha comenzado a dejar de
hacer las tareas escolares y en el segundo trimestre ha suspendido 6
asignaturas. Sus padres no saben qué le sucede y se encuentran muy preocupados.
Se han reunido en varias ocasiones con el tutor del aula y la dirección del
centro escolar pero no han encontrado ninguna respuesta. Les han recomendado
que le realicen alguna prueba por si pudiera estar padeciendo un trastorno o
algún problema relacionado con la atención y/o la hiperactividad dado que su
nivel académico ha descendido notoriamente y su capacidad de atención es muy deficiente. Les han
comunicado también que es probable que tenga su autoestima muy baja y que su nivel de socialización no es el adecuado para su edad.
María no les
cuenta nada cuando intentan abordar con ella el tema de la escuela se mantiene
en actitud pasiva y deja de hablar aceptando las discusiones, riñas y más de
una sanción que sus padres le han impuesto por sus malas notas y su abandono en
la realización de las tareas escolares.
Tras tiempos de diagnósticos, realización de pruebas, control por distintos profesionales... al observar las conductas de María se descubre que...
A María lo
que le sucede es que el entorno escolar se ha convertido en un lugar cargado de
amenazas. Nadie se ha preocupado de ella, de acercarse, de ayudarla a vencer su
timidez y poco a poco ha quedado desplazada hasta ser considerada como una niña
“diferente” y “extraña” siendo una niña con unas capacidades y habilidades de
lo más adecuadas para su edad.
Su timidez
la ha llevado a quedarse sola en el patio del Colegio, a recibir insultos, a
que ningún grupo la acepte, y a que nadie la quiera por la creencia de que hace
siempre todo mal, entre algunos de los insultos le llaman “tonta” y “muda”, cuando
no la “muda tonta” y otro tipo de amenazas con las que el propio grupo se divierte y consideran divertido.
En el aula
ha acabado sentada en la mesa del final de todo y a su lado otra niña con una
personalidad totalmente diferente que la molesta más de lo que la acompaña
porque nadie la quiere tener a su lado.
Las
constantes llamadas de atención en el aula porque no hace los deberes hacen que
también el grupo se mofe y ría de ella, sigue siendo la “tonta” y de continuar
así nunca dejará de serlo."
¿Por qué
nadie se ha percatado de ello?
Principalmente
porque María no se encuentra en el perfil de alumnos/as con conductas
observables, por su propio carácter María acata las normas, no se opone, no se
enfrenta y sus valores en casa son admirables. Es una niña amable, no tiene
actitudes violentas con las personas de su entorno, no da malas contestaciones
y no le gusta generar conflictos.
Esta forma
de ser en el aula, tampoco le genera conflictos. Los profesores no deben estar
pendientes de ella y siempre ha realizado los deberes hasta que la situación se
le ha escapado de las manos y ha comenzado el sufrimiento. Sus notas han comenzado
a bajar y el primer motivo que se contempla es la baja motivación o la búsqueda
de un trastorno. Por su forma de ser ninguna persona se ha parado a pensar que
pudiera ser el primer síntoma visible de una situación de acoso escolar.
Ella no
tiene herramientas personales para gestionar situaciones de presión y el grupo
de alumnos/as tampoco, por lo que todos se han convertido en víctimas de una
situación, si bien la mayor perjudicada en este caso es María, por ser víctima
de un grupo social. Esto es también acoso escolar y en estos casos deben ser
los adultos, Dirección, tutor/a, profesores y orientadores los responsables de
mediar en las situaciones de conflicto que se generan en el medio donde ejercen
su profesión y donde ellos son los principales responsables de la acción
educativa.
En los
centros escolares existen "Planes de Convivencia y Mediación Escolar" y para ponerlos en práctica la
principal de las acciones es la observación y la detección. Muchas veces lo
dejamos en que son “cosas de niños/as” y no es cierto, estas experiencias son
aprendizajes que deben ser reconducidas y aprovechando el conflicto mediar para
enseñarles a resolverlo y dotar a cada uno de los miembros de herramientas para
su resolución según sus características.
No es
complejo. Al contrario es enriquecedor y con consecuencias muy positivas para
toda la comunidad escolar y para el desarrollo emocional, personal y cognitivo
de los alumnos/as.
(Los datos aportados en este post en relación a la situación de María han sido modificados para preservar la intimidad de la familia y del menor víctima de la situación)
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