Azote, cachete, bofetón, paliza, en la
cara sí, en la cara no, una nalgada, con la mano, con la zapatilla, de manera
proporcionada y para corregir de forma razonable-.
Estos días ha sido noticia el Titular
del Juzgado de lo Penal nº 2 de A Coruña, el Juez José Antonio Vázquez Taín por absolver a una madre coruñesa que había sido llevada a los tribunales por dar un bofetón a su hijo que el juez cree "justificado".
En
los hechos probados, el juez añade que con posterioridad a una nueva discusión
entre madre e hijo, en el año 2016, cuando el menor pretendía irse de casa, la
mujer "intentó evitar que el pequeño saliese, para lo cual le agarró por
la parte posterior del cuello, causándole un arañazo".
El
juez Vázquez Taín destaca en su sentencia que "sorprende la calculada frialdad del menor" y
añade que "trata de dirigir la declaración y controlar todo el
testimonio". "Da pena comprobar su total falta de
empatía", abunda el magistrado en el fallo.
Yo me pregunto
¿Lo siguiente es abrir
debate sobre la intensidad y frecuencia del azote, cachete, bofetón, paliza,
nalgada?
Leyendo los comentarios de muchas personas en diferentes redes
sociales, el concepto de unas y otras personas difiere enormemente habiendo eso
sí una gran mayoría, hombres y mujeres, defensora del uso de la violencia como herramienta
educativa, como instrumento y método para eliminar y corregir conductas, para
recriminar, para poner límites y por supuesto como elemento de poder cuando no
tenemos método educativo o el que tenemos no nos resulta eficaz a nosotros. Se habla también que el menor posee el llamado "Síndrome del Emperador" y podemos pensar erróneamente que se nace con este tipo de conductas agresivasy abusivas.
Los niños/as no nacen violentos, la conducta y el comportamiento de
nuestros hijos/as es el resultado del tipo de maternidad y paternidad que ejercemos,
de nuestro trato, de nuestra escucha, de nuestra forma de entenderlos/as y
mostrarles cómo resolver los conflictos del día a día.
Ya desde antes de la sentencia, y tanto en mi círculo personal como profesional escucho muchas defensas de
este uso de la violencia y muy pocas defensas del uso de la llamada la
"otra educación", la diferente, la que necesita compromiso y
esfuerzo, hablo de la "educación
para la no violencia" como forma de ejercer nuestro rol de padre y madre.
Para mi y desde la Pedagogía Positiva "cualquier comportamiento
o conducta agresiva, independientemente de su frecuencia, intensidad y ámbito
en el que se produzca es un acto de violencia".
Hay quien pueda considerar, incluso tú
que me estás leyendo que no es comparable
un cachete con ejercer violencia, con
situaciones de maltrato infantil, violencia de género y con todas aquellas
situaciones de violencia que se producen de manera cotidiana entre las
personas.
Yo sí lo considero y muevo y promuevo que "la normalización de la violencia en cualquier
ámbito lo único que hace es perpetuar la violencia y alimentar su ciclo sin
ofrecer respuestas positivas y diferentes".
El atreverse a garantizar que un
cachete a un niño educa, pone límites, es una acción buena y positiva y que se
consigue lo que la persona que lo ofrece quiere, es garantizar que la violencia
educa, es garantizar que el fuerte tiene poder sobre el débil, es continuar
promoviendo la violencia en el ámbito doméstico, es permitir que ser figura de autoridad es un
rol suficiente para el uso de la violencia y es garantía de que cualquier
persona pueda dar un cachete a otra... un pensamiento que prefiero considerar no
está a la altura de una sociedad del siglo XXI cuyos avances estamos viviendo a todos los
niveles excepto a nivel educativo y el de las relaciones personales.
No estoy en absoluto en consonancia con
opiniones como las ofrecidas por Emilio Calatayud ni Javier Urra, y desde el respeto de sus trayectorias profesionales, no considero sea el
camino sobre el que deba caminar la educación en el momento presente ni futuro.
Estos estilos educativos está probado no construyen una sociedad crítica ni
reflexiva, posiblemente muchos estilos actuales tampoco pero para educar no es
necesario pegar ni sancionar ni castigar, sólo es necesario responsabilizar y
para ello se precisa un cambio en el ayer y el ahora pero no creo sea este el mensaje hacia el cambio.
"Una bofetada, aunque se debaevitar siempre, no es maltrato". Javier Urra. Quien sin embargo nos deja una
reflexión "Si reprendes a un
niño de 7 años con una bofetada ¿vas a hacer lo mismo cuando tenga 17?
Yo no soy Juez y en ningún caso es mi
objeto cuestionar la decisión del mismo pero sí soy Pedagoga, experta en
educación y desde la Pedagogía considero importante trasladar la existencia de formas de educar
positivas en las que se aprende a resolver conflictos familiares sin necesidad
de hacer uso de la autoridad desde el uso de la agresividad y la violencia.
En esta situación, como muchas otras,
hay un hecho probado y es que la relación madre- hijo no es una relación sana
basada en la comunicación ni el respeto; ni un padre ni una madre deben
utilizar el uso de la fuerza ni tampoco se puede consentir que el hijo/a actúe
de forma violenta contra sus padres. Este es un claro indicio de conflicto
familiar que en el medio- largo plazo puede acarrear consecuencias más
negativas que pueden llegar de nuevo al Juzgado. Los procesos de mediación
familiar con profesionales expertos que les ayuden a redefinir la relación
familiar, la asistencia de la madre a una Escuela de Padres y Madres y la
asistencia del menor a talleres de intervención educativa son estupendas
herramientas que además de intervenir en el momento actual van a favorecer la
prevención de momentos futuros.
Defiendo que la violencia no educa y ni
un azote, una nalgada, una amenaza, un golpe o un mini-golpe, educa el
establecer normas y límites acordes a la edad y características de nuestros
hijos/as desde la comunicación, la asertividad y la empatía.
Y puedes estar pensando ¿Cómo se hace?
Se hace con trabajo, esfuerzo,
dedicación, mucha reflexión, escucha activa, aprendizaje y amor. Los libros nos
enseñan pero no nos ofrecen todas las respuesta, es muy sencillo... Si me duele la espalda, acudo al
fisioterapeuta, si observo un problema con mis hijos/as ¿por qué no acudir a un
profesional de la educación?
Yo intervengo con familias, con menores
y puedo garantizar que aprender a educar es lo más satisfactorio para el núcleo
familiar al observar como juntos se convierten en mejor familia y mejores
personas.
Porque educar sin violencia es posible.