No es normal
que revisen tu móvil.
No es normal que te controlen.
No es normal recibir insultos.
No es normal que difundan tu imagen.
No es normal que te impidan ver a tus amigos/as.
No es normal tener que decir siempre Si.
No es normal no poder decir No.
No es normal que te controlen.
No es normal recibir insultos.
No es normal que difundan tu imagen.
No es normal que te impidan ver a tus amigos/as.
No es normal tener que decir siempre Si.
No es normal no poder decir No.
No
es normal podríamos decir los adultos y profesionales de la educación. Y sin
embargo nuestros jóvenes, encuentran normalidad en estas situaciones y lejos de
cuestionarlas o querer cambiarlas, chicas y chicos las defienden, las entienden
y lo más preocupante conviven con aspectos de la violencia que lejos de parecer
hechos delictivos, se están convirtiendo en normas básicas de los procesos de
socialización con los riesgos personales, sociales, emocionales y familiares
que ello conlleva.
Una identidad de género cada vez más estereotipada, donde el
liderazgo de los chicos se sitúa en torno a sentirse dinámicos, activos,
independientes, posesivos, celosos, superficiales y autónomos y, las chicas se
sitúan en torno a una imagen sensible, tierna, preocupadas por su imagen,
responsables, prudentes, trabajadoras y estudiosas. Estos son parte de los
datos que nos ofrece el estudio realizado a 2.514 adolescentes, "Identidades
de género en la adolescencia" publicado, este 10 de Septiembre de 2015 por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud y este es el artículo de opinión publicado el 12 de Septiembre de 2015, en el diario "Faro de Vigo" bajo el titular de "Violencia Invisible"
¿Qué
puede estar ocurriendo con nuestra educación y con esta visión por
parte de nuestros jóvenes?
Desde
mi experiencia como Pedagoga en contacto diario con adolescentes he aprendido
que pese a vivir en una era donde la comunicación es instantánea y la
información se encuentra a un "click" desde cualquier dispositivo, los
padres ni en muchas ocasiones las instituciones educativas se encuentran en la línea
de sus necesidades. Nuestros jóvenes precisan pautas, no son autodidactas, son
menores construyendo su camino hacia la madurez, no siempre saben gestionar sus
conflictos o emociones y necesitan de guías que les ayuden y apoyen.
Los
primeros actos reconocidos en este informe como violencia nos muestran la
existencia de un giro social. Existe la violencia doméstica, violencia que se
produce de "puertas hacia dentro" y donde todos los miembros de la
familia son víctimas-protagonistas de la misma, casi a diario tenemos noticias
en prensa consecuencia de la "violencia de género". Sin embargo, los
datos estadísticos sobre violencia entre menores permanecen en los propios
"Juzgados de menores", siendo esta una violencia más sofisticada que
yo denomino "Violencia invisible" porque son actos de control, acoso y
hostigamiento ejercidos desde el silencio y en muchas ocasiones bajo el amparo
de las herramientas que la tecnología pone a nuestro alcance (control del estado
del whatsApp, envío de fotos, solicitud de imágenes para saber dónde la persona
se encuentra, etc). No es un problema de las herramientas ni de la tecnología,
es un problema de gestión y desconocimiento en el uso de las mismas. Es un problema de educación.
Cuando
se produce una situación de "violencia invisible" entre nuestros
jóvenes, el acoso y los niveles de agresividad verbal se incrementan justamente
por producirse al amparo de la invisibilidad.
¿Y qué ocurre cómo fenómeno no
esperado?
Que al igual que se incrementan estos niveles también se incrementa
el sentimiento de normalización por parte de quien lo recibe. El acosador actúa
con normalidad aparente y la persona acosada siente que está viviendo una
situación normalizada y consentida convirtiendo un acto constitutivo de delito
en un acto de normalización.
La
solución se encuentra en la educación, nunca me cansaré de decirlo.
Nuestros principales agentes
socializadores son la familia y la escuela, y por tanto necesitamos mayor
implicación de padres, profesores y profesionales de la educación.
“Necesitamos
educar a nuestros/as niño/as para no
tener que re-educar a nuestros jóvenes”
¿Reduciremos entonces los niveles de
violencia social también entre adultos?
Yo opino que sí.
Si logramos el cambio… los estudios nos lo
dirán!
Texto de Paula Suárez publicado en Faro de Vigo, acompañando a La "violencia de control" crece en los jóvenes,. Un artículo de Elena Ocampo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario