¿Premiar las buenas notas y castigar las
malas?
La pedagoga Paula Suárez cree que
"lo prioritario no debe ser el premio o castigo ante las notas, sino trabajar la motivación y el interés por el aprendizaje en el día a día; si esto se logra el premio llega por sí mismo y repercute directamente en la autoestima del niño", apunta. "Como impulsora de la Pedagogía Positiva no creo
en la eficacia de los castigos y con ello no quiero decir que deba existir
impunidad pero existen otras herramientas que pueden mejorar actitudes sin
necesidad de utilizar la sanción", finaliza.
En esta ocasión, a día 18 de Diciembre de
2017 nos encontramos en la finalización de la 1ª evaluación, coincidente con
las vacaciones de Navidad y se nos abre a los padres/madres un nuevo período de
reflexión en relación a las medidas a adoptar tras la entrega de las
calificaciones escolares por parte de nuestros/as hijos/as.
Si estas calificaciones son positivas, al
menor, a priori, no se le presentan mayores dificultades, goza del beneplácito
de su familia, las palabras que recibe son optimistas y se eliminan de nuestro
vocablo palabras como sanción y/o castigo. Escucha palabras
positivas y disfruta del contento de las personas de su familia. Sus padres se
encuentran, también a priori satisfechos y se espera un tiempo vacacional
tranquilo y sin demasiadas exigencias escolares.
¿Qué ocurre si las calificaciones son
negativas?
En la mayoría de las ocasiones nuestro lenguaje deriva hacia el uso de
expresiones verbales con connotaciones negativas, "eres un vago/a", "no
has atendido en clase", "estás perdiendo el tiempo", "no
has hecho nada", "nos has engañado", "ya te habíamos
avisado", "ahora atente a las consecuencias", "no te
mereces ningún regalo", "Papa Noel está enfadado", "No sé si los Reyes Magos pasarán por nuestra casa"... actitudes que lejos de favorecer la motivación
de cara a los estudios y la siguiente evaluación, probablemente generen un sentimiento de
culpa, un miedo al fracaso con su consiguiente bloqueo emocional e incluso la
aparición de estrés y/o ansiedad. Estas consecuencias son más que posibles
aunque los adultos casi siempre tendemos a pensar que suspenden porque quieren
y porque no hacen nada, porque son vagos/as y no asumen sus
responsabilidades.
Parto de la opinión que todos los niños/as
tienen capacidad para aprender en la escuela pero también opino
que ni todas las personas poseemos las mismas capacidades, ni tenemos el mismo
ritmo de aprendizaje, ni todos los estilos educativos funcionan utilizados de manera unilateral, ni todos los estilos utilizados por los maestros/as generan conocimientos positivos, favorecen el aprendizaje y fomentan la creatividad. No todas las metodologías están
preparadas para atender la diversidad dentro del aula, entendiendo la diversidad
como las capacidades personales de cada persona sin necesidad de que por ello
deba existir un problema, una limitación o una discapacidad.
¿Qué hacemos entonces? ¿Qué posición
adoptamos los padres?
Es tiempo de reflexión y análisis que nos
ayude en la toma de decisiones, decisiones que predispongan al menor a mejorar
su situación académica, que favorezcan su motivación e impidan que los malos
resultados se vuelvan a repetir. Las malas calificaciones suelen estar causadas
por factores internos vinculados con el alumno/a pero también con factores
externos relacionados con el ámbito familiar y escolar. No es tiempo de
enfadarse ni buscar culpables.
- Comunicación con la escuela. Es tiempo de hablar con el tutor/a del alumno/a y conocer cómo ha transcurrido el trimestre, escuchar qué actitud ha mantenido, conocer su motivación vista desde la perspectiva del docente, su conducta en el aula, su relación con el grupo de iguales, es tiempo de hablar de la ejecución de las tareas escolares y su capacidad de organización su tiempo de estudio.
- Reflexión en torno a los hábitos y rutinas establecidas en el domicilio. Es tiempo de realizar un análisis de los hábitos de estudio en casa y de nuestras rutinas como familia.
- Comunicación con tu hijo/a. Es tiempo de hablar con nuestro/a hijo y escuchar qué tiene qué contarnos, cómo se siente y cómo le gustaría sentirse. Tras unas malas calificaciones, en muchas ocasiones, no hay un problema escolar promovido por una dificultad para estudiar, sino que hay un problema asociado como por ejemplo, dificultades emocionales, carencia de habilidades sociales, baja autoestima, dislexias, problemas de visión, etc y la forma de expresión del menor es dejar de estudiar, mostrarse inatento, descentrado, desmotivado.
- Contactar con un profesional educativo. Lo importante y prioritario es conocer dónde se encuentra el origen de las dificultades para poder trabajar con el menor con garantías de éxito, contactar con un profesional que nos oriente y ayude a determinar el tipo de ayuda que el alumno/a necesita. Si como padres nos sentimos desbordados o perdidos en nuestra toma de decisiones, establecer contacto con un profesional de la educación, educador o pedagogo que nos guíe y oriente en nuestras decisiones como padres es siempre una estupenda solución que nos puede aportar respuestas a nuestros conflictos con nuestros/as hijos/as y es una estupenda manera de prevenir conductas de riesgos futuras siempre más complejas de abordar.
En definitiva, no se trata de utilizar la
sanción y/o el castigo como recurso educativo, se trata de saber qué ocurre y
adoptar las medidas que favorezcan la mejora no sólo del rendimiento académico de
nuestro hijo/a sino también de su desarrollo personal, psicológico y social,
áreas que suelen estar o ser afectadas de manera conjunta.
Recomendaciones
¿Qué no debemos hacer los padres?
- Poner el grito en el cielo.
- Establecer medidas sancionadoras desproporcionadas.
- Sancionar eliminando los afectos.
- Incrementar de manera desproporcionada los tiempos de estudio y tiempo de realización de los deberes.
- Eliminar las actividades extraescolares.
- Sentarse con el menor a estudiar y realizar sus deberes.
- Ser su agenda académica.
- Utilizar la amenaza del uso de castigo como método para promover el estudio.
Este tipo de actitudes no permiten
educar en la responsabilidad. Sin desearlo eliminamos todo tipo de
responsabilidad, interés por lo personal y motivación por el estudio. Generan asimismo
alta dependencia e impiden desarrollar la organización personal y del tiempo. No
genera motivación, no actúa sobre la autoestima de manera positiva e invisibiliza la superación y
consecución de los logros.
En el corto plazo, muchos padres tienen
la percepción de ser la única fórmula que funciona, es tan solo un parche.
En ti, como padre o madre, se encuentra
el futuro de tu hijo e invertir en educación es el mejor de los legados que le
puedes dejar y el mejor de los regalos, "educación asumida con amor y
responsabilidad".
¿Cómo crees que actuarás cuándo tengas
las calificaciones escolares de tu hijo/a?
¿Premiar las buenas notas y castigar las
malas?
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