¿Sabemos
cuánto o cuándo nos echan de menos nuestros hijos?
o formulando la pregunta de otro modo
¿Sabemos cómo gestionan nuestros hijos sus emociones cuándo nos necesitan y no estamos?
definiendo como “ausente” no la falta de presencia
sino la falta de comunicación, juego y tiempo de momentos compartidos…
La tan utilizada frase que posiblemente todos nos hemos repetido en alguna ocasión...
..."no importa la
cantidad de tiempo que estemos sino la calidad de ese tiempo compartido”...
puede
llegar a ser más importante de lo que podamos presuponer en nuestro rol de padres y madres.
Mientras
nuestros hijos/as son pequeños y fruto de nuestro día a día tendemos a convertir
en rutina nuestro tiempo, nos ocupamos de sus necesidades, que no les falte de
nada, que se alimenten de manera correcta, que vayan a las actividades que les
gustan, que disfruten en los cumpleaños y en sus tiempos de ocio, que se
acuesten a una hora adecuada… Los cubrimos de todas las necesidades físicas
existentes e intentamos aportarles lo mejor, que no sientan que les falta de
nada y que se sientan en un nivel de igualdad con los otros niños de su edad.
Sociedad
de consumo vs Estilo educativo familiar
Ellos
parece no protestan, son niños alegres y ante cualquier queja que muestren o
manifiesten nos preocupamos de si tienen hambre, sueño, si están cansados o
incluso presuponemos que tienen un mal día de ahí la rareza de su conducta… Lógicamente, en muchas de las ocasiones son
estas las verdaderas causas de sus pataletas, enojos, iras no controladas,
llantos excesivos, miedos que aparecen y desaparecen o incluso, rabietas
desproporcionadas.
No siempre estas son las causas aparentes del malestar de nuestros
hijos, son también, en numerosas ocasiones, más de las que posiblemente podamos
percibir, llamadas de atención de necesidades personales que entienden no
cubiertas o de carga de emociones que no reconocen. No están contentos y, aparece la rabia,
ira, frustración, pena, tristeza, etc… ellos no saben identificar sus emociones y mucho
menos gestionarlas, necesitan de nuestro estar, de nuestra protección, de
nuestra guía, debemos mostrarles la normalidad de esto qué les sucede y debemos
enseñarles a identificar, gestionar y debemos dotarlos, de nuevas
formas de respuesta que les faciliten crecer de manera positiva y enfrentarse a
las emociones y a la forma de sentir y percibir las situaciones vividas.
Hablaba
del tiempo que pasamos con nuestros hijos, y no me voy del tema, sencillamente
quiero mostrar que para conocer a nuestros hijos, distinguir sus conflictos
emocionales de una rabieta, aprender a escucharles, aprender a leer su lenguaje
no verbal y a identificar los cambios que en ellos se van produciendo es
necesario estar e interesarse por estar.
Atiendo
y paso mucho tiempo con niños y niñas en edades comprendidas entre los 5 y los
10 años en los que su deseo es estar con sus padres, madre y padre pero… sobre
todo con su padre, que sin entender muy bien el por qué es siempre la figura
más ausente… reclaman su presencia, no su presencia física, los padres, muchos
de ellos están presentes pero no ejercen un liderazgo activo delante de sus
hijos, ellos reclaman la presencia paterna, tiempo de juego y tiempo de
comunicación. Reclaman no asociar a su padre hablando por teléfono, trabajando
o delante del ordenador o de la tele, reclaman que no se les pida silencio,
reclaman que no se les envíe a jugar a otro espacio de la casa, reclaman no
tener que cumplir sólo órdenes. En definitiva, reclaman un pequeño espacio de tiempo real
porque la otra parte del tiempo también desea y necesitan hacer otras cosas
ellos solos o con otras personas.
No
dejemos que el tiempo sencillamente transcurra… después cuando tienen 12… 13…
14… 16 años no los entendemos, nos encontramos con que no quieren contarnos sus
cosas, quieren estar más tiempo fuera de casa que con nosotros, no entendemos parte de sus
conductas ni comportamientos, perdemos nuestra identidad materna o paterna y, les
exigimos cumplimiento de las normas y altos niveles de comunicación…
Y
es en este momento donde yo pregunto…
¿Nos
hemos preocupado de capacitarnos para lograr ese nivel de confianza y cercanía en
etapas anteriores del crecimiento de nuestros hijos?